Dentro de casa (Edición mexicana) by Lisa Jewell

Dentro de casa (Edición mexicana) by Lisa Jewell

autor:Lisa Jewell [JEWELL, LISA]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Crossbooks México
publicado: 2023-03-21T00:00:00+00:00


Poco después de que Sally se marchara, me encontré con Justin sentado en la mesa del jardín, ordenando pilas de hierbas aromáticas y flores. El simple hecho de que hubiera permanecido bajo el mismo techo que su exnovia adúltera me pareció triste y ligeramente subversivo. Seguía con su rutina de siempre, cultivando sus plantas, convirtiéndolas en bolsitas de yute llenas de polvo, diminutos frascos de vidrio llenos de infusiones, amarrándoles etiquetas que decían The Chelsea Apothecary. Llevaba la misma ropa y caminaba de la misma forma; no había señales externas de malestar interno ni de que tuviera el corazón roto. Yo estaba sufriendo por mi propio corazón herido y por el final de mi breve relación con Phin, así que sentía curiosidad por saber qué pasaba en su cabeza. Y con la partida de Sally y la unión de Birdie y David, sin mencionar que mis padres se estaban convirtiendo en sombras cada vez más pequeñas de quienes habían sido en su día, él parecía una de las personas más normales bajo aquel techo, por extraño que pueda sonar.

Me senté frente a él y me miró con aire cordial.

—Hola, chico. ¿Cómo te va?

—Todo bien... —Estaba a punto de decir que me iba bien, pero entonces recordé que no era verdad en absoluto. De modo que contesté—: Raro.

Me miró con mayor atención.

—Bueno —comentó—, por supuesto.

Nos quedamos en silencio unos instantes. Lo observé retirar con cuidado capullos de ramas y ponerlos sobre una bandeja.

—¿Por qué sigues viviendo aquí? —dije al fin—. Ahora que Birdie y tú...

—Buena pregunta —dijo él, sin mirarme. Dejó otro capullo sobre la bandeja, se frotó las puntas de los dedos y luego se puso las manos sobre el regazo—. Supongo que porque, a pesar de que ya no estamos juntos, ella sigue formando parte de mí. El aspecto del amor que no tiene que ver con el sexo no se muere de inmediato. O al menos no necesariamente.

Asentí. Eso me parecía muy cierto, al menos en lo que a mí respectaba. Aunque hubiera muchas probabilidades de que jamás volviera a tomar a Phin de la mano, o incluso de que tuviéramos otra conversación profunda, seguía albergando los mismos sentimientos hacia él.

—¿Crees que volverán a estar juntos?

Él suspiró.

—Sí —dijo—. Tal vez. Pero tal vez no.

—¿Qué piensas de David?

—Ah.

Su lenguaje corporal cambió sutilmente. Juntó un poco los hombros, entrelazó los dedos.

—Aún no lo he decidido —dijo al fin—. En ciertos aspectos creo que es un tipo estupendo. En otros... —Negó con la cabeza— me da mala espina.

—Sí —dije más alto y con mayor intensidad de lo que pretendía—. Sí —repetí más bajo—, a mí también me da mala espina.

—¿En qué sentido exactamente?

—Es... —alcé la vista al cielo, en busca del vocabulario apropiado— siniestro.

Justin emitió una risita apagada.

—Ja, sí —dijo—. Le atinaste. Sí. Siniestro. Toma. —Me pasó un puñado de flores diminutas que se parecían a las margaritas y un rollo de hilo—. Átalas en haces, por los tallos.

—¿Qué son?

—Caléndulas. Sirven para calmar las molestias de la piel. Mano de santo.

—¿Y eso qué es? —Señalé la bandeja de pequeños capullos amarillos.



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